sábado, 7 de diciembre de 2024

Todos somos estoicos (en Forocoches, claro)


Publicado en "El Imparcial", jueves 08 de diciembre de 2022

 Una vez que España ha sido eliminada del mundial repaso los artículos sobre Luis Enrique en los que se dice que él es el prototipo de nuevo estoico y que son muchísimos los emprendedores que utilizan esta filosofía de vida en todos los ámbitos, incluido en el de los negocios. Parece ser que carecer de emociones o preocuparse solo de lo que a uno le atañe son formas confusas de entender esta filosofía que tiene más de dos mil años de edad (en realidad unos dos mil trescientos si consideramos a Zenón de Citio como su primer representante) y que a algunos les suena de haberla estudiado muy por encima en el instituto.

El estoicismo ha vuelto porque, al contrario de las religiones puras no muestra infiernos o castigos a las malas acciones, sino que permite una y otra vez reengancharse a la disciplina que exige ser un estoico de verdad; estar más allá de lo que uno puede presumir en un foro anónimo o bien cargándose del misterio que todo filósofo en ciernes guarda en su interior.

Un piloto afirma que Epicteto (ilustración) fue su salvación mientras estuvo preso en Vietnam.


En este caso esta corriente se demuestra viviendo según sus preceptos, rompiendo antiguos esquemas mentales e interiorizando la sabiduría de los clásicos: el estoicismo lo tiene todo para convertirse en “viral” en estos tiempos de scrolling e inmediatez debido a los medios digitales, sobretodo porque sus enseñanzas pueden resumirse en pequeñas píldoras ideales para hacer reflexionar unos instantes, para hacer el tweet más atractivo o para hacerse un tatuaje molón. Nadie es anti-estoico, y eso, en esta coyuntura, es mucho.


Leo el libro recientemente publicado por Pepe García (@elestoicoesp) y me encuentro con un manual de vida para personas de acción que a la vez es una medicina para el alma. Esto conlleva que quienes se acerquen a esta filosofía tengan un importante saco de heridas que sanar. El estoicismo se presenta así como una segunda oportunidad de vivir, una forma de cambiar de vida y de contraponerse al placer más característico del hedonismo frente al bienestar emocional y físico que puede producir el deporte y la meditación. Se trata, según mi punto de vista, en una especie de descanso del guerrero en el que mediante la reflexión y la disciplina de la práctica podemos seguir los preceptos de Marco Aurelio, uno de sus tres autores clásicos básicos, cuando dijo aquello de “Deja de argumentar la forma de ser un gran hombre. Sé uno”.


Y esto ¿cómo se consigue en 2022? Siguiendo los mismos principios filosóficos de hace 2000 años: buscando la plena felicidad estando en armonía con nosotros, con la naturaleza y con los demás. “¿Cuánto tiempo tardarás en demandar lo mejor de ti mismo?” nos cuestiona Epicteto desde su Nicópolis de hace 2000 años. Y esa pregunta resuena en nuestro interior y actuamos en consecuencia. Utilizamos aplicaciones del móvil para meditar, estrenamos un cuaderno que garabateamos a modo de diario y colgamos en nuestros despachos frases del tipo “Si no está bien no lo hagas; si no es verdad, no lo digas”, pero el mundo ahí fuera sigue siendo el mismo y nuestro nuevo yo, recién meditado, se encuentra con un atasco en una mañana de lluvia o bien con el típico listillo de la cola del supermercado y adiós todo lo meditado y todas las buenas intenciones. Esa noche ya no habrá anotación en el diario.


El estoicismo está más allá de todo esto. No es una moda. Es un modo de vida al que cuesta adaptarse pero que en realidad crea un mundo mejor. Meditar sirve para conocerse uno a sí mismo. Para hablar con nuestro yo interior y retomarnos a nosotros para dejar de ser extraños ante el espejo; seres a veces disueltos entre discusiones, prisas y telebasura. Un amigo psicólogo me invitó hace mucho tiempo a escuchar a Shakira y a leer cosas alegres “del tipo de La conjura de los necios de Kennedy Toole”. Lo hice pero mi vida no cambió, sin embargo veo que el estoicismo poco a poco está creando en mí pequeñas transformaciones sobretodo en cuanto a considerarme un ser social que también ha de ser útil para la sociedad desde el momento en el que soy útil para mi mismo.


Dijo Séneca, el otro de los tres grandes estoicos que “El espíritu ha de ser llamado a rendir cuentas a diario” y en ese sentido soy implacable. Busco la ataraxia o serenidad en mis actos. Leo más, escribo más, escucho más podcast, presto más atención (prosoche), agradezco más, sufro a posta y de forma controlada más (premeditatio malorum), pretendo actuar más por valores que por sentimientos y sobre todo intento llevar a cabo la dicotomía del control, es decir, procuro ser un ser social tal y como la naturaleza me dispuso pretendiendo discernir aquello que está bajo mi control de lo que no está. Y también flaqueo y vuelvo a comenzar de cero, es cierto. La ira es uno de los vicios principales a atajar. Tengo en mi móvil una aplicación de citas estoicas y sobre mi mesita de noche las Meditaciones de Marco Aurelio, emperador romano que conjugó el estoicismo con el cristianismo haciendo que ambas perspectivas de vida compartan ciertos preceptos comunes.


Si hay una imagen que lleva años dando vueltas a mi cabeza es la de los Brokers Senior de la película Boiler Room (Ben Younger, 2000) entre los que se encontraba un hipermotivado Vin Diesel, haciendo una especie de botellón en el que el entretenimiento principal era salir al centro de la sala frente a la televisión a recitar las frases más memorables de Gordon Geeko en Wall Street (Oliver Stone, 1987). Me imagino a mi gestor del banco, a la chica de la caja, al comercial de seguros ahí prometiendo comerse el mundo a mi costa. Llegar a las estrellas escalando sobre los cadáveres de sus adversarios, buscando el camino fácil, el like, el negocio rápido, al criptobró o compañero de gurú de los que abundan en las redes para dar el pelotazo rápidamente, sin estudios ni esfuerzo, algo que va en consonancia, de alguna forma, con los postulados de la nueva ley educativa, la LOMLOE, de la que en otra ocasión podemos hablar.


Prefiero pensar que, en estos tiempos post burbuja, post covid y post modernos, en los que nada se sostiene, en los que todo no es líquido, sino ya gaseoso, los que manejan nuestro dinero, nuestra salud o la educación de nuestros pequeños meditan, son conscientes de sus fallos, llevan un diario con sus logros y con aquello que les perturba, se molestan por mejorar, por inspirar y por alcanzar la excelencia. Pura cultura del esfuerzo. Esa ya desconozco si está tan de moda. Quisiera pensar que leen “Sobre la brevedad de la vida” de Séneca y que ocupan al menos 5 minutos de sus mañanas en pensar que todos vamos a morir, puede que muy pronto, por lo que hay que intentar hacer un mundo mejor más allá del postureo de redes y similares. Memento Mori, criptobró.


El estoicismo no es una moda. No es Luis Enrique estrimeando o no es lo que dice “El monje que vendió su Ferrari” o un post de Forocoches en el que se presume de ser estoico sin demostrarlo luego en el día a día. El estoicismo es un modo de vida en el que cada momento es un continuo aprendizaje y una nueva piedra de toque. Más que una moda. Pruébenlo. Lean a Seneca, a Epícteto, a Marco Aurelio o mejor aún, a Pepe García, el estoico español de referencia. Mañana estén más cerca de la virtud que hoy y sobretodo cultiven sus relaciones con los demás y con su autoestima. También lean, hagan planchas abdominales, —el deporte también es estoico en cuanto a que busca la excelencia física y mental de quien lo practica de forma adecuada—, y aléjense de vez en cuando de su móvil en pos de pasear por el bosque buscando la eudaimonia, ese estado positivo y divino que, con esfuerzo, podemos llegar a alcanzar por muy complicado que nos parezca.


Pongamos a Shakira. Abracemos al humor también en la literatura. Bailemos nuestras propias contradicciones y cabalguemos siempre hacia adelante acompañados de personas y lecturas que nos hagan crecer poco a poco pero de forma firme. Dejemos marchar a quien tiene que irse y seamos más fuertes evitando quejarnos y contemplando que toda acción humana tiene una explicación aunque esa acción nos perjudique. Quizás duela, pero ya lo dijo Séneca: “A través de lo áspero se llega a las estrellas”.

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