Estimado escritor: pronto puede que ya no hagas falta
David FueyoEscritor |
Confieso desde ya que en ratos libres navego por TikTok. Para no iniciados puedo decirles que es una especie de repositorio de vídeos que van pasando rápidamente por el teléfono a golpe de pulgar. A la cara nunca lo admitiré pero me gusta estar al cabo de la calle. El tiempo de usar el vocabulario del diccionario cheli de Umbral ya pasó, troncos. Llegó el momento de volver a tener flow a mis cuarenta y pico. Renovarse o morir.
Y así he descubierto un montón de aplicaciones chorras, de filtros, de trucos para pagar menos en algunos sitios y sobretodo de inteligencia artificial. El secreto de TikTok es su variedad. Su contenido se renueva al instante y es tan variopinto que siempre puede haber algo de interés, ya seas un adolescente con ganas de ver cacha o bien seas un sesentón con inquietudes filosóficas. Da igual. TikTok tiene algo para ti y además parece que está pensado con la exclusividad de ofrecértelo solo a ti.
La inteligencia artificial (llamémosla IA, porque ya es casi de la familia) tan pronto te pinta un cuadro según le vas metiendo palabras aleatoriamente, como te hace una canción o te retoca una fotografía. Sin embargo lo que más me ha llamado la atención es la web de la aplicación “Rtyr”, palabra cuyo sonido es similar al de writer, es decir, escritor en inglés, y que me ha dejado totalmente desconcertado ante las posibilidades que puede tener su funcionamiento.
Nada más entrar en la web podemos elegir lenguaje, tono (convincente, casual, informativo, apasionado…) y por último seleccionar cuál es la finalidad del texto, si es para blogs, para email de negocios, como enunciado divulgativo e incluso con ínfulas de parecer científico.
Lo pruebo. Pido que me haga una canción casual, le meto en inglés lo primero que se me ocurre: canción de amor, sin ella, caminar el filo de la navaja, le doy a generar y… ¡sorprendente!, la IA me escribe la letra de una canción un pelín manida pero con estrofas sorprendentes como “Fingiendo que no estoy esperando/seré las sombras,/el que vive en tu cabeza./Yo seré el que estás rescatando,/el que se hunde en la arena”
Al ver el resultado pienso en el matemático francés Borel y en su teorema del mono infinito. Este decía que un mono pulsando teclas al azar durante un tiempo infinito podría escribir finalmente un texto exacto al Hamlet de Shakespeare o al Quijote de Cervantes. El mono ha sido sustituido por nuestra querida IA que, además, puede entrenarse y afinarse.
Sigo informándome sobre la inteligencia artificial y literatura y me encuentro con que muchos textos destinados a páginas web ya son realizados por la maquinita que ni siente ni padece, pero que une bastante bien las palabras sin apenas incongruencias ni errores sintácticos, entonces ¿qué sentido tiene contratar a alguien que explique los servicios o productos a la venta en un portal web? Ya les contesto yo: ninguno. Ya tenemos a IA que además no cobra ni pide permisos para ir a las reuniones de padres en el colegio. En realidad he de suponer que ya se trabaja concienzudamente en ello, en que los escritores no hagan falta y que el programa de turno sea capaz de articular lo que sea dándole unas cuantas premisas previas con el fin de evitar el trato con los escritores, el negociado con su agente, su falta de calidad o de inspiración, y sobre todo, el pago de los derechos por su obra.
Viendo la evolución del invento me pregunto para cuándo un libro realizado íntegramente por IA. Según el matemático Eduardo Sáenz de Cabezón su entrevista en el podcast de Jordi Wild todavía queda mucho tiempo hasta que la máquina perciba el sentido artístico de su obra y le dé por construir, y aquí me refiero a escribir, pintar, esculpir, crear una canción… por sí misma. El factor humano sigue siendo imprescindible en la creación artística sobre todo para las obras complejas como puede ser una novela.
Sin embargo en las distancias cortas no lo tengo del todo claro. Ya leo las descripciones de productos o los artículos de los periódicos y blogs que sigo con cierto reparo. La IA está ahí, en algún lugar aprendiendo a escribir, siendo corregida de sus errores y poco a poco siendo premiada en sus aciertos. Puede que una novela con toda su complejidad por ahora no, pero ¿quién sabe?, quizás como a mi le haya dado por escribir una columna sobre literatura y tecnología. Si es así escudriñen bien este artículo, no sea que yo, quien escribe, no me llame David y sea solo uno de esos tentáculos creativos del microchip.
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