martes, 31 de agosto de 2010

Parkour, o como poetizar sobre lo cotidiano


Parkour

Ad Deum non acceditur passibus corporalibus
Tomás de Aquino



Esto es lo que nunca nuestros antepasados

hicieron, desplazarse por la ciudad, de un punto

hasta otro cruzando los dominios del viento.

Materiales de última generación construyen

estos cuerpos humanos. Son más que decatletas.

Con los ojos cerrados rezan estas palabras:

Si tengo todo el tiempo por delante,

tengo todo el espacio por delante.

¿Cuántas curvas podrán engendrar con un salto?

Trazarán contra el cielo un fugaz acueducto

sin sufrir contusiones. Se han vuelto invulnerables

al mobiliario urbano. Cuando caen los espera

el asfalto, el granito transformado en alfombra.

Los obstáculos forman parte de la belleza.

¿Qué harán con el regalo de la elasticidad?

Mostrarlo. Compartirlo. Anticipar futuro.

Rozar con los talones las ramas de los árboles.

Superar la muralla abriendo una parábola.

Nadie se acerca a Dios con los pasos del cuerpo.

Se lanzan como dardos desde las azoteas.

Desconocen el vértigo. Tal vez ya son ingrávidos.

Quedan cuando amanece. Silenciosos practican

equilibrio de gato sobre la balaustrada.

El verdadero don no es la musculatura

sino la voluntad.





Juan Antonio González Iglesias
(Del lado del amor)

jueves, 26 de agosto de 2010

En noches como esta

¿Qué es lo que hace que algunas canciones nos pongan la piel de gallina? ¿Qué hace que temas que puedan parecer similares consigan llegarnos y otros no?
Este es uno de los que sí. Doblemente sí.

lunes, 9 de agosto de 2010

American Star


Ni en el sur ni en el este,
más allá de donde alcanzan a ver nuestras retraídas mentes occidentales
podríamos decir que en un lugar perdido
está el Puertito
a 20 kilómetros del asfalto más cercano,
sin luz artificial, agua ni aceras,
los niños juegan con cuerdas y palos
y la vida la marca el sol
en tranquila comunión
con el fuerte viento.
Más al norte,
no demasiado lejos,
en una playa casi inaccesible
la Proa del American Star parece un hito al hundimiento,
dieciseis años son suficientes para que todo haya desaparecido,
y que el mar, retorcido,
siga relamiendo en silencio
los restos del naufragio.