Cercano Cadalso constituye el bautismo de fuego de una nueva voz que surge con fuerza en el nuevo panorama poético asturiano. Con muchas y abundantes lecturas de poetas tanto clásicos como contemporáneos (aunque la influencia de los clásicos es notable en esta obra), Víctor González-Quevedo presenta su propuesta en la que poco a poco va ensamblando las piezas clave que constituyen su particular mundo.
González-Quevedo no es un poeta fácil ni agradecido de leer pese a que su imaginario se basa en poemas cortos que cantan al hombre y a sus temas. Así, pues, la pérdida de la niñez, del amor, los caminos del sentimiento o sus pesadillas (que son las de la inmensa mayoría) juegan a desconcertar al lector inquieto que busca algo más de lo que pueda encontrar en los versos complacientes de otros poetas, quizá por ello preferidos del gran público (No más quejarse, sino actuar / no más el ladrido del hombre mustio, basta de ramas molestas).
González-Quevedo es valiente en su canto recién salido del horno en la jovencísima colección independiente “Turbulencias”, que inaugura con Cercano Cadalso su publicación en el género de poesía. En este volumen, prologado por Lauren García con el título de “La depuración de la ceniza”, encontramos sesenta poemas macerados con el tiempo que surgen al calor de la lectura compulsiva de Baudelaire, Celan, Pizarnik, William Blake, Lord Byron o Shelley, aunque también encontramos referentes más cercanos en el tiempo y en el espacio, como puede ser el verso elevado de Pelayo Fueyo (Llegará lleno de fuegos / ansioso por compartirlos / con todos los seres mortales / que acudan a saludarlo), pero lo más destacable de esta obra no son las lecturas previas del autor, sino lo vivido, lo soñado, lo deseado y nunca tenido, lo pensado y nunca dicho, pero ahora al fin escrito y publicado.
Sin lugar para el barroquismo formal, pero con gran profundidad tanto en imágenes como en el vocabulario empleado, el poeta divide esta obra en tres partes denominadas respectivamente como La caja telúrica donde parece en primer lugar lamentarse de los errores cometidos y revolverse contra ellos con sus versos, mostrando al final de esta primera parte su declaración de principios frente a la poesía y lo que de ella deriva (¿No quería esta inspiración? / He aquí la tortura, y allí su ribete). En la segunda parte, denominada Las esferas intermedias,el autor va deslizando sus versos entre sus experiencias, sueños y anhelos, compartiendo con el lector su visión sobre lo humano y sus sombras (Fluí como él en un tiempo, con la brisa / hubo años de esquivar / figuras erráticas, ángeles derruidos), para concluir con la tercera parte del poemario a la que llama Las elipses inefables, siendo en esta en la que se encuentren los poemas más largos y quizá menos accesibles del volumen y donde el autor parece reflexionar sobre lo entregado en las páginas anteriores, dejando para el último poema estos significativos versos: Al cabo solo querían / una entrega sincera del cuerpo / su oxidada cota de mallas.
En definitiva, una ópera prima digna de escogerse como compañera de un viaje a las profundidades del ser, a las cimas y simas de la percepción y de sus sensaciones, un poemario que suena con voz nueva en una editorial joven y pequeña, pero lo que es más interesante es que González-Quevedo habla con voz fresca y propia, una voz que en el futuro seguirá hablando y que también a buen seguro dará mucho de que hablar.
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