Cuando era un niño en casa no me dejaban beber coca-cola. Decían que me ponía nervioso y yo recuerdo aquellos subidones de cafeina en los que no podía dejar de correr. Luego hubo unos años en los que conseguí beber café con textura de petroleo. Grueso, extremadamente cargado y torrefacto. Lo bebía tranquilamente y no notaba absolutamente nada. Desde hace unos meses estoy volviendo a sentirme como aquel niño que corría hasta agotarse a causa de la cafeina. Es cierto eso de que el pasado siempre vuelve. Este poema lo escribí el otro día después de la comida del trabajo. Cuando me sirvieron el café ya noté que no me iba a sentar bien. En efecto. Al menos aquello me ha dejado un poema. Que lo disfruten.
Que el diablo no se ría de la mentira
Cuando aparezco y desaparezco
y no me echas de menos piensas, ha volado, y no sabes
lo aturdido que me encuentro, quizá conduciendo
esperando en algún semáforo o detrás de aquellos matorrales
sin que sepas dónde, cuándo, cómo, porqué, porqué, porqué
y vuelo y aterrizo quizá no demasiado lejos de tí
y que el viento de mi llegada te despeine
y surja aquello que buscamos o no lo hacemos, o qué más da
si la lírica de cada una de mis huídas fluye y fluye
como sangre de la desesperanza que rompe los cristales en los que me reflejo
y en el fondo estás tú como un verso muerto esperando que te narre
y que cortes ciento un almas cada vez que te recito y te mueras en las manos de quien te escribe
y en estas almas nicotínicas que te aspiran, te sudan, y luego te ignoran
por ser quizá demasiado triste, quizá demasiado
lejano
y extraño para ser cierto o ser sólo un poema y que tú no existas
y ser hija del ácido de la falta de tiempo y de esperanza
o del diablo que te pinta y te retrata y te revelas contra lo que soy y he sido
y fluyes libre donde nadie te ha llamado, como objetivo el desequilibrio
es que sobra o es que faltas, son las ganas, la desidia
o el diablo que en vez de pintar su maldad hiperrealista
hoy se ha lucido en exceso de nerviosismo y cafeina
el dolor también puede ser barroco y el vacío
y el diablo y lo que sea
se ríe porque mientes, mientes, mientes
y todos, borrachos, deberíamos reirnos de tu mentira, pero soy yo el que se ríe
y eso me asusta y tiemblo
y soy yo, no el diablo quien se ríe
del barroco y de lo sencillo que sería reducirlo todo
a algo tan simple
como decir que no
quiero
más
café.
mas o menos
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