domingo, 3 de octubre de 2010
Veraneo en Pyongyang
Veraneo en Pyongyang
Cien mil camisas verdes al paso de la oca,
catarsis colectiva con tan sólo ver esa motita verde y negra
que dice ser el líder.
¡Síguelo, síguelo!, decían
y yo que creía que eso sólo pasaba en esa estúpida
canción de "El Símbolo"
en la que otra catarsis, hace mover las manos, las piernas, gritar,
[siendo ciertamente más humilde, pero no menos ridícula]
a sabiendas de que tanto ante la una y la otra no puedo evitar,
por más que lo intento, créanme,
sentirme cada vez más ausente.
Veraneo en Pyongyang y bebo Ginebra de la Victoria a la luz de cualquier farola,
evoco sin creérmelo demasiado al líder y al verano,
participo en tontas coreografías con otros miles como yo
y mientras visito con mi imaginación playas de ensueño,
bares de luces
y estaciones de trenes en las que siempre es demasiado temprano.
Vendo mi tiempo barato al Norte y robo a mi propia vida mis mejores logros
para tirarlos por el primer barranco que encuentro
y ver como todo por lo que lucho se desangra y duele,
de ello tengo conocimiento.
Veraneo en Pyongyang por si un día me encuentro con la libertad
y resulta que al final me da miedo y me largo.
Veraneo en Pyongyang por si un día consigo todo aquello que deseo,
y bien por aburrimiento, bien por locura transitoria,
o no tanto,
intento con todas mis fuerzas volver a perderlo
para así volver a desearlo.
Mientras, veo que mi financiera favorita me ha escrito.
Su mascota no es otra cosa,
que un triste y a la vez sonriente
hombre de paja.
David Fueyo
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