jueves, 4 de febrero de 2010
La chica de Ipanema
Yo también venía cansado de todo, pero por dios, qué linda es, mezcla de flor y sirena, llena de luz y de gracia, el mar concentrado en su cuerpo, el juego perfecto del sol, de esa puesta de sol lejana, de esta caipirinha que saboreo cada atardecer mirándola, con la playa ya casi vacía y el frescor que augura una noche tranquila, pero por dios, que cosa más linda y llena de gracia…
Al fondo los niños juegan al volley con el pie, mi camisa es de colores chillones, muy distinta a la de mi sempieterno uniforme, gris como mi tierra, recuerdo que jamás sonreía.
Son las 8 en punto de la tarde y he de bajar al comedor. Recojo la sombrilla, sacudo la arena de mi toalla y me despido de mi menhina sin decirle nada. Sabemos que mañana a la misma hora aquí volveremos a encontrarnos, me sonreirá y jugará despreocupada, volveremos a imaginar la tarde, nos dolerá perder el sol y volveremos a pensar en el día siguiente, es inevitable.
Yo también venía cansado de todo, y ciertamente sigo cansado de todo, pero no pienso demasiado en ello. Vivirlo, imaginarlo… es todo lo mismo. Sentirlo. Nunca he estado pero he logrado sentirlo. Bien lo sabe ese dios que me abandonó el día que dejé de ser su centinela, y entre Río y yo sólo se interpuso la buena suerte (y la mala mía), de aquel maldito furgón blindado.
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