viernes, 24 de junio de 2011

"Consuelo", un poema hospitalario de Billy Collins para un día soleado encerrado en casa.

Hoy, día soleado (se esperan altas temperaturas de una lengua de calor tropical proviniente del Sáhara), tendré que quedarme todo el día en casa. Creo que es un buen momento para la poesía "hospitalaria" (de hospitalidad) de Billy Collins. Poesía hospitalaria que no fácil. Creo en la belleza de lo sencillo y en la dificultad de lo aparantemente fácil.


Consuelo


Qué agradable no viajar a Italia este verano,
recorrer sus ciudades y ascender la pendiente de sus tórridos pueblos.
Cuánto mejor deambular por estas calles familiares,
absorbiendo el significado de cada cartel y señal de tráfico
y los bruscos gestos que hacen con la mano mis compatriotas.

No hay conventos aquí, ni frescos desmoronados o famosas
cúpulas y no es necesario memorizar una sucesión
de reyes o pasear los húmedos rincones de los calabozos.
No es necesario dar vueltas en torno a un sarcófago, contemplar
la cama diminuta de Napoleón en Elba, o los huesos de un santo en redoma.

Cuánto mejor dominar el simple recinto hogareño
que empequeñecerse ante columna, arco o basílica.
¿Por qué hundir la cabeza en locuciones extranjeras y arrugados mapas?
¿Por qué meter paisajes en una hambrienta cámara de un sólo ojo
ansioso de tragarse el mundo, monumento tras monumento?

En vez de recostarse en un café ignorando cómo se dice helado,
bajaré a donde el coffee shop y la camarera
conocida como Dot*. Me deslizaré en la corriente del periódico
matutino, las barreras del lenguaje destruidas,
los ríos del idioma fluyendo libremente, los huevos despachados sin problema.

Y tras el desayuno, no tendré que buscar a alguien
deseoso de fotografiarme rodeando con mi brazo al propietario.
No repasaré la factura ni registraré en un diario
qué tuve que comer y cómo incidía el sol en la ventana.
Basta con volver a subirse al coche

como si fuera el gran automóvil del mismísmo idioma inglés
y haciendo sonar mi cuerno** vernáculo, acelerar
por una carretera que nunca me llevará a Roma, ni siquiera a Bolonia.


* El nombre propio de la camarera, Dot, diminutivo de Dorothy, tiene en inglés como nombre común el significado de ‘punto’ ortográfico.
** La palabra Horn significa 'cuerno', 'trompa acústica' y también 'bocina del coche'.



·


Consolation


How agreeable it is not to be touring Italy this summer,
wandering her cities and ascending her torrid hilltowns.
How much better to cruise these local, familiar streets,
fully grasping the meaning of every roadsign and billboard
and all the sudden hand gestures of my compatriots.

There are no abbeys here, no crumbling frescoes or famous
domes and there is no need to memorize a succession
of kings or tour the dripping corners of a dungeon.
No need to stand around a sarcophagus, see Napoleon's
little bed on Elba, or view the bones of a saint under glass.

How much better to command the simple precinct of home
than be dwarfed by pillar, arch, and basilica.
Why hide my head in phrase books and wrinkled maps?
Why feed scenery into a hungry, one-eyes camera
eager to eat the world one monument at a time?

Instead of slouching in a café ignorant of the word for ice,
I will head down to the coffee shop and the waitress
known as Dot. I will slide into the flow of the morning
paper, all language barriers down,
rivers of idiom running freely, eggs over easy on the way.

And after breakfast, I will not have to find someone
willing to photograph me with my arm around the owner.
I will not puzzle over the bill or record in a journal
what I had to eat and how the sun came in the window.
It is enough to climb back into the car

as if it were the great car of English itself
and sounding my loud vernacular horn, speed off
down a road that will never lead to Rome, not even Bologna.



 

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