lunes, 26 de diciembre de 2016

YO HE VENIDO A VER A POTORHEAD.


Alguien llevó aquel CD al instituto. Por aquel entonces yo escuchaba compulsivamente Nirvana, Guns N Roses, algo de Metallica, es decir: rock y metal muy blanco, muy inocente y típico del BUP y del tráfico de cintas TDK en el recreo. Brujería por aquel entonces daba miedo, un miedo real porque nos creíamos aquello de que eran narcos fugitivos que se defendían a machetazos y que en sus tiempos libres se dedicaban a hacer canciones oscuras tanto como la contraportada del Matando Güeros (Roadrunner, 1993), una cabeza cortada a machete junto con un motón de fardos de hachís o heroína, a saber.

Canciones demenciales, -recuerdo como especialmente jarto el tema Santa Lucía, corto, efectivo y satánico, o la intro, la misma con la que empezaron el viernes, Pito Wilson,  pero no; hemos perdido la inocencia y los años noventa ya quedan lejos. Además yo aquí no he venido a hablar de los teloneros, sino de las cabeza de cartel, Potorhead. Ellas eran en realidad a las que todos estábamos esperando más allá de los mejicanos que sirvieron para calentar la sala ante las Potor y otros invitados a este festival bien organizado por la gente de Otero Crew en el que se rendía homenaje al tristemente desaparecido Jernest, agitador y pieza fundamental de la escena skate y punkmetalera en Asturias y gran admirador de los cuatro grupos que se dieron cita en la sala de Pumarín. Todo lo que allí sucedió fue un homenaje a él, con un gran mural con su imagen colgado en el escenario.



Hablábamos de Potorhead. La última vez de la que tengo constancia de que se reunieron para tocar fue a finales del 2003 en aquel  acogedor sótano de la asociación juvenil de Riaño donde se celebraba el Villacore. Mentiría si dijera que estuve allí porque aquellos que aparecen en el vídeo de Youtube son sólo un puñado de acólitos que asistieron al espectáculo musical más punk que se ha llevado a cabo  en Asturias en los últimos tiempos. Cuatro virtuosas del punk más perturbador que con solo tres acordes y media canción consiguieron ser leyenda en la escena asturiana, y allí estaban sobre el escenario de Sir Laurent´s otra vez, como si esos trece años que nos separan de aquel Villacore hubieran sido solo un suspiro.
 
Las chicas capitaneadas por Txas, su vocalista, volvieron a dar un espectáculo festivo musical en el que no faltaron bragas volando, un muñeco hinchable con una camiseta de Brujería puesta o peticiones incesantes por parte de la front-woman para que los presentes nos sacásemos el huevo derecho del pantalón.  El respetable se dividía a partes iguales entre el divertido y bailarín, “Potorfan” de toda la vida y el sorprendido que quizá esperaba un grupo tributo a MotÖrhead; y es que las chicas no traicionaron su espíritu punk, ya que, pese a que comenzaron a tocar otros dos temas, -No más punkis muertos, de MCD  y Ya no quedan más cojones  de Eskorbuto-, las ovetenses fueron fieles y no ejecutaron más que su propia versión de “Me gusta ser una zorra” de las Vulpess, canción favorita de nuestro queridísimo exministro Wert y que, por cierto, sonaba muy bien, quizás demasiado. Los avances en configuraciones y equipos de amplificación no les han hecho ningún bien al punk de verdad.
 
Comenzaron la velada FunerAll, aunque no llegué a tiempo para verlos. Amigos en el público me hablaron muy bien de ellos, caña sin concesiones y una versión de Slayer. Por lo visto se estrenaban y vaya estreno, da gusto saber que hay savia nueva en el metal, y de verdad siento no haber llegado a tiempo para disfrutarlos.
 
A mi entrada en Sir Laurent´s ya estaban tocando los rotundos Posession, mítica banda avilesina con años, kilómetros y rodaje suficiente para ser un referente en su género a nivel nacional desde hace años. Guitarras épicas y un sonido afilado como un muro hicieron que el público congregado en la sala (unos 500 espectadores según fuentes de la dirección de la misma) moviéramos la cabeza con su metal con cojones y estilo. Desgranaron temas de su último disco Spiritual Sirius y de trabajos anteriores, algunos de ellos revisitados del viejo Art Diabolis (Throne, 2004)  y confirmaron las buenas sensaciones al verlos en el cartel. Da gusto escucharles. Las guitarras de Pablo y Titi, -con accidente incluído al acabar por el suelo ejecutando un tema casi al final de su set-  llevan a cabo riffs perfectos, barrocos, estudiados, retorcidos. Un caramelo para las almas atormentadas y sensibles.
 
En torno a las once y media de la noche salieron Brujería. Comentábamos a la entrada varios veteranos del metal que el grupo ya no infundía aquel halo de misterio que les rodeaba en los 90, cuando tras los pañuelos que escondían sus rostros se encontraban figuras de talla mundial como Dino Cazares o Igor Cavalera. Jello Biafra también hizo sus pinitos en el grupo, pero no tengo más constancia que un apunte de otro espectador al cual, por cierto, he de agradecerle también su recomendación de escuchar a “El Coleta”, rapero kinki de Moratalaz, pero esa es otra historia.

Brujería siempre ha sido una especie de supergrupo en “B”, donde sus integrantes han dado rienda suelta a sus instintos más sucios frente a su instrumento. Discos grabados sin mucho cuidado, un aura negra y misteriosa, las máscaras, las blasfemias, esa caña sin concesiones ni mucho cuidado hicieron de ellos una leyenda que jamás pensé que podría estar viendo aquí, al lado de casa.

El teatro satánico del grupo ya no se lo cree nadie, y aunque pretendieron con esta reunificación dieciséis años después de su última gira acallar las voces que daban al grupo por disuelto, la verdad es que Pocho Aztlan (Nuclear Blast Record, 2016) suena oscuro y guarro, tal y como ellos pretendían, pero también menos consistente que sus otros tres larga duración. Personalmente pienso que la época de Brujerizmo (Roadrunner, 2000) fue donde tocaron techo con guitarras más limpias y temas más redondos, también es porque soy fan declarado de Fear Factory y este trabajo no deja de sonar como un hermano bastardo chicano de la banda de Los Ángeles a los que les debo que el numeral forme parte imprescindible de la banda sonora de mi vida.

El show del grupo mejicano fue por los derroteros esperados. Con la cara tapada por pañuelos, pretendiendo guardar un anonimato fingido y esgrimiendo machetes y cogollos de marihuana, llegaron a los 21 temas previstos, ni uno más, con un final muy poco espectacular sin bises ni más concesiones al público. Una pena tener a estos grandísimos músicos enfrente, sobretodo a Barker, un referente mundial en el doble bombo, y que el concierto haya sabido a poco, muy poco. Aún así disfrutamos de lo lindo cantando clásicos como Colas de Rata, Pito Wilson, Brujerizmo o la desquiciada versión de la Macarena con la que cerraron llamada Marihuana. Espectáculo y buena ejecución, pero como decíamos, no han dejado de ser teloneros del auténtico espectáculo para el que nos congregamos en Pumarín el pasado viernes. Sin embargo me dejaron buen sabor de boca y cierta condescendencia al ver la gira por España y Portugal de los mexicanos, una gira a la antigua usanza en furgoneta zigzagueando la península de este a oeste y volviendo al este otra vez, once fechas en doce días. Bien que uno de ellos haya sido para nosotros.


Y una vez dicho esto tan solo cabe felicitar a la organización por el cartel que han confeccionado a pesar de las circunstancias por las que han pasado tras la venta del ayuntamiento de Oviedo a la hora de darles la subvención pactada para el Otero Brutal Fest de la pasada primavera. La gente de Otero es peña inquieta y está sabiendo sacarse las castañas del fuego lejos de limosnas y chiringuiteos municipales. La independencia y el hacer lo que a uno le da la gana no tienen precio, y si encima se hace con buen gusto el público, como fue en este caso, siempre responderá, sabio y soberano como es el del metal. Chapó por la organización y por la respuesta del público que ya espera novedades desde el twitter de Otero Crew para próximas fechas. La convocatoria para el Otero Brutal Fest 2017 ya está abierta para los grupos ante el montón de solicitudes para tocar en este festival (bases para inscribirse en el Facebook de Otero Brutal Fest),  y si la dicha es buena allí espero estar para contarlo, eso sí; me declaro potorfan y he de hacer constar que quise cubrir este concierto para DEBOLO  por poder dejar constancia escrita de que sí;  esta vez yo también vi tocar a Potorhead.

 

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